Una charla de lo mas común... { Lyssander }

Fin de semana ¡AL FIN!... Maddeleine estaba feliz de estar en casa de nuevo, pero... A la chica le hacía falta algo ahora que no estaba en Hogwarts, aunque sea por estos días, y ese algo tenía nombre: Samael Ignazio Snape. Desde aquella conversación que había tenido la morocha con el chico de profunda mirada, todo había cambiado. En la Mansión Malfoy todos habían notado aquel cambio, aunque nadie sabía exactamente el por que de la nueva actitud de Maddeleine. Ahora la chica era totalmente diferente a la Maddeleine Malfoy que alguna vez fue, ahora estaba mas feliz que nunca. La castaña corría, saltaba, cantaba y gritaba por todos los lugares de la casa. sus hermanos la trataban de loca, sus padres casi no se percataban del cambio, a su tía Bella y a sus abuelos solo les gustaba verla feliz. Aún así, la chica no sabía a quien contarle el verdadero motivo de su felicidad, pues ella no tenía la confianza suficiente con nadie de su familia como para contarle la conversación.
Lo único que Maddeleine necesitaba entonces era una amiga... lo mejor sería Lyssander, pues ella sabía prácticamente todos sus secretos... pero hace tiempo ya que no hablaba con la Ravenclaw.
Maddie se sentó en uno de los tantos sofás de la sala de estar. ¿Se sentó?... no, la verdad, Maddie se lanzó en el sofá, totalmente aburrida, pues no había nadie en la casa, aunque eso no le quitaba ni un poco de felicidad.
De pronto, sin previo aviso, el timbre de la casa sonó. Un elfo caminaba dificultosamente hasta la puerta de entrada, para ver quien era, pero la castaña fue mas rápida y llegó a la puerta antes que el elfo.
- Lo siento, Goggars, pero esta vez me toca a mi abrir - Maddeleine le sacó la lengua al elfo, a modo bromista, y este le sonrió.
Maddeleine abrió la puerta lentamente, con una sonrisa dibujada en el rostro, y para su sorpresa, la mismísima Lyssander estaba allí.
- Lyss - dijo Madde con una sonrisa mas grande aún - ¿Quieres pasar? ¿Buscas a alguien? - dijo la castaña a su amiga, mientras le invitaba a pasar.

Maddeleine miró con un poco de extrañesa a Lyssander, entrecerrando los ojos. ¿A qué se refería, Lyssander? ¿Acaso alguno de los hermanos o, tal vez, los padres de Maddeleine le ocultaban algo?. La muchacha se quedó pensativa un momento, luego de abrazar a su amiga, pero fue un momento casi imperceptible, pues enseguida notó como la rubia evitaba la pregunta de la morena, pero no dijo nada con respecto a ello, ya lo descubriría. Tomó el paquete que traía Lyssander y la miró.

- Bien, he estado bien... - la chica intentó permanecer calmada, pero no lo logró del todo - Bueno, mejor dicho, estoy mejor que nunca - una gran sonrisa se dibujó en el rostro de la morena - Ven, vamos a la cocina y te cuento... es cierto, hace mucho no te veía... me he sentido extraña sin tener a nadie a quien poder contarle todo lo que le guardo a mis hermanos - dijo Madde, mientras caminaba junto a Lyssander hasta la cocina.

Maddeleine recordó justo en ese momento lo que un par de chicas decían en la sala común: Christofer con una chica rubia. No sería que Lyssander y Christofer... No, eso era imposible... ¿o no?

Al llegar a la cocina, Madde dejó el paquete que la rubia había traído sobre la mesa que había en el centro del lugar, para luego sentarse en el borde de la mesa, como siempre hacía; Lyssander se sentó en una de las sillas de color caoba que rodeaban la mesa.

- Lyss, ¿recuerdas a Sam?... A Samael Snape - dijo la morena, mirando a la rubia - Bueno... ya... ya le dije todo.. tu sabes, Lyss - un rubor apareció en las mejillas de Maddeleine. Lo que podía hablar con Lyssander era algo que jamás podría decirle a ninguno de sus hermanos, con ella si podía ser sincera y sabía que ella jamás le diría a nadie lo que ella le confesaba.