Pequeña visita [Draco M.]

Porte altanero, el de siempre; los parpados ligeramente caídos, la boca en una linea recta inexpresiva y la barbilla tan en alto que que no veía por debajo de su nariz. Caminaba con lentitud, sin prisa, en esos momentos no era necesaria, lo único que iba a hacer era hablar con su sobrino; nada importante la verdad, solo confirmar cuando regresaban Lucius y su hermana a la mansión y conseguir algo de información del exterior. No era siempre tan fiable creer todo lo que salía en El Profeta y no se podía dar el lujo de salir a investigar las noticias por su cuenta, no cuando todo el mundo la creía muerta desde hace veinte años.

Llegó a la puerta del despacho de Draco y no tocó, solo abrió; él no le dirigió la palabra de buenas a primeras, seguro pensaba que se trataba de alguno de sus hijos o su esposa y por eso no descuidaba el trabajo que estaba haciendo. Bellatrix carraspeó y luego habló arrastrando algo las palabras:

—Buenas noches, sobrino —dijo la mujer, mirando desdeñosamente al hombre que estaba ahí sentando y que apenas volteó a verla con cierta sorpresa; obviamente no esperaba que ella apareciera. Bellatrix cerró delicadamente la puerta detrás de ella y sin tener invitación a sentarse se sentó; ella era así... bien se podría decir que se sentía la dueña de la casa. Podría lucir tan solo diez años más joven que Draco, pero le doblaba la edad en realidad, se sentía por mucho superior a él y le gustara o no a él, ella era su tía y le debía respeto, así que ella no reparaba en sus actos.

La mujer escuchó con calma las palabras de Draco, aunque su gesto trasmitía cierta impaciencia, como si le molestara estar ahí y quisiera salir de una buena vez. Aunque en realidad no era así, sencillamente así es como ella se comportaba la mayor parte del tiempo en presencia de Draco; muy en el fondo aún cuando su sobrino había participado en la resurrección de su Señor Tenebroso, no terminaba de perdonarle por muchas cosas.

Chasqueó la lengua ante la pregunta del hombre, como si no supiera por qué ella estaba ahí, justamente en su despacho. Ella que solo iba a esa casa por dos razones: Trabajo o visita, y generalmente cuando iba de visita no se acercaba mucho al terreno de su sobrino, de ser posible lo evitaba y se centraba solo en Cissy y sus nietos.

Hizo un gesto despectivo antes de tomar un retrato que estaba sobre el escritorio de su sobrino y se acomodaba de forma desenfadada sobre la butaca, contemplando el retrato con curiosidad, como si nunca lo hubiera visto antes; luego habló.

—Lo de siempre, sobrino, lo de siempre —contestó la mujer, su tono de voz era bajo, pero muy clara de entender—. Vengo de que me informes lo que acontece en el mundo mágico, incluyendo ¿cuando regresa Cissy y tu padre —informó, aunque más que petición, parecía que le estuviera dando una orden.

Sus ojos negros como el carbón se fijaron en Draco y se mantuvieron fijos, esperando una respuesta por parte de él.

La mortífaga siguió con su gesto de infinito aburrimiento. Un gesto desdeñoso que dejaba clara su posición para con Draco. Él que en algún momento había sido su apuesta, por así decirlo, la había defraudado. Por eso ahora apostaba por Christofer, esperando que no resultara ser tan sentimental como su padre. Tan sentimental como Draco que tenía esos retratos de su “amorosa familia” por todas partes. Sin contar los cuadros de Astoria. Esa mujer parecía tener una obsesión algo compulsiva para pintar cuadros de ella y Draco. O de Draco y sus hijos.

Tanto “amor” y “afecto” eran los que, a su gusto, habían terminado por echar a perder a su sobrino. En la guerra no podían existir esa clase de lazos tan fuertes. Esos sentimientos te perdían. Si durante la guerra tenías que matar, así fuera a tu padre, lo hacías y punto. Si para lograr tu objetivo tenías que sacrificar a tu familia, lo hacías y punto. Pero no. El tonto y patético “amor” hacía que las personas se volvieran cobardes o traidoras.

—No hace falta que lo seas, Draco — declaró la mujer, dejando nuevamente sobre el escritorio el retrato que había tomado anteriormente.

Notó como el rubio la observaba con firmeza y seguridad. Le parecía hasta algo gracioso. Al pensar en Draco ella solo podía recordar al chico asustadizo que no había sido capaz de matar a Dumbledore. El mismo chico que no había sido capaz de indentificar a Harry Potter cuando lo habían capturado. El cobarde que ahora hacía sus últimos intentos por recobrar algo de dignidad.

—Eso me alegra —respondió ante la contestación recibida, aunque sin expresar mucha emoción realmente —. El señor Tenebroso quiere que tu padre le rinda cuentas, así que espero no tarde en volver y con resultados, de preferencia —añadió algo indiferente, ignorando las siguientes palabras de su sobrino. Aunque notando como se servía un trago.

Se acomodó mejor en su lugar. Tomando una postura algo más desenfadad, pero manteniendo el semblante indiferente y aburrido que tenía desde que llegó.

—No deberías tomar eso a estas horas —comentó al verlo beber. No es que le importara. De hecho, a ella le daba igual lo que pasara o dejara de pasar con la salud de Draco. Pero no se podía dar el lujo de perderle cuando estaban juntos en la labor de regresar a su amado Señor Tenebroso al poder —. Te vas a volver Alcoholico.